domingo, 23 de noviembre de 2008

UN RECORRIDO POR “EL CORAZÓN DE COLOMBIA”

Un neumático pequeño y amarillo, hace flotar a Jhon Fredy Tabares, un niño de 12 años que se mece con la corriente del río que lo impulsa, lo arrastra hacia su interior y lo invita a jugar con el agua que aparenta ser calmada, pero que puede ser traicionera, cosa que no le preocupa y con tranquilidad cierra sus ojos y comienza a silbar.

Jhon Fredy se encuentra en el río de la Reserva Natural Cañón del Río Claro. Un lugar que según el biólogo del Jardín Botánico de Medellín, Álvaro Cogollo Pacheco está situada en el “Corazón de Colombia”.

Una reserva originada por una falla geológica, compuesta por 470 hectáreas y ubicada en el pie de monte de la cordillera central, flanco oriental del departamento de Antioquia, a un lado la autopista Medellín-Bogotá, limitando con los municipios de San Luis, Puerto Triunfo, San Francisco y Sonsón.

Un bosque espeso y húmedo, que se encuentra a tres horas de la capital antioqueña ofrece a sus visitantes cavernas con formas caprichosas, construidas naturalmente desde el principio de los tiempos, senderos ecológicos, diversidad de flora única en Colombia y fauna exótica.

Además de un río que presenta una gama de color que va desde el verde hasta lo más claro del azul, un lecho en mármol y la herencia de arrecifes coralinos que forman murallas naturales, conformando según Álvaro Cogollo, una de las mayores riquezas naturales de Colombia.

Álvaro, agrega que hace 30 años, el agua del río de la reserva, era más cristalina “uno podía ver los peces, parecía un acuario natural, pero debido a la tala de árboles, se ha sedimentado su lecho, por lo tanto el agua baja sucia, más que todo cuando llueve”

Continúa Jhon Fredy sobre su flotador en el centro del río y de un salto cae al agua. Algo impactante si se recrea en la mente la corriente de un río que baja de la montaña con tal fuerza que de vez en cuando se ven pasar a toda velocidad troncos de árboles caídos. Pero a Jhon Fredy o “Cheibol”, como lo llaman sus amigos por vivir trepado a los árboles, eso lo tiene sin cuidado y con la fuerza de alguien mayor, pasa de un costado a otro sin ninguna complicación.

Este pequeño de tez morena, ojos grandes y negros, sonrisa inocente y una personalidad traviesa, es oriundo del municipio de San Luis, Antioquia, pero habitante de Jerusalén, un caserío cerca del Cañón del Río Claro hace ya varios años.

“Cheibol”, desde pequeño se dedica los fines de semana y en vacaciones a explorar la reserva con varios amigos, y sin más que sus neumáticos y la curiosidad que les despierta la naturaleza, encuentran frutos y animales poco comunes, además disfrutan de la emoción que les da introducirse en las cavernas y saltar desde las piedras.

Una reserva que inicialmente era un terreno baldío, pero que hace 38 años fue colonizado por Juan Guillermo Garcés Restrepo, un paisa de Envigado, conservacionista por naturaleza, quien tomó la decisión de adquirir esos predios, hacerse cargo de ellos y tomarlos como parte de su vida.

“Cuando conocí el lugar, vi que tenía un río y unas montañas de mármol muy bellas, cubiertas de una fauna y flora muy especial y como noté que iban a construir la autopista Medellín Bogotá, inmediatamente supe que iba a correr peligro por la minería, la ganadería y un turismo desordenado, por eso decidí protegerlo y crear la Reserva Natural Cañón del Río Claro El Refugio”. Comenta Juan Guillermo.

Recuerda además que cuando llegó a la reserva construyó con su hermano una cabaña, dedicándose por un tiempo al cultivo de cacao. Más tarde notaron que comenzaba a llegar gente y les surgió la idea de hacer un proyecto ecoturístico, en el cual los visitantes conocieran y disfrutaran de un encuentro con la naturaleza y al mismo tiempo gozaran de un lugar dónde dormir, recrearse y alimentarse.

Pepco Popelliski, un búlgaro, que camina sobre la “Playa de Mármol”, uno de los lugares más agradables en la reserva, seguro de su español, pero con el típico acento curioso de un extranjero que llegó hace ocho meses a Colombia comenta “apenas hace dos horas llegué y vine por turismo y para descansar, además quiero conocer las cavernas y los pájaros, porque escuché de mis amigos muchas historias de este lugar y me parece lindo, muy lindo,”. Y así dando la vuelta se mete de un chapuzón al agua.

“Cheibol” sale por una de las orillas del río y con su particular forma de hablar, comienza a contar “La primer vez que me metí al río, me amarré con un lazo a un neumático de otro parcero que sí sabía nadar y nos quedamos enlazados a un palo y tragué agua porque me salí del neumático y la corriente me arrastró, ese día sí sufrí”.

El Tarzanazo*, el salto desde El Mirador* y la travesía por la cueva de los Guácharos*, son actividades que según “Cheibol” a un turista no le pueden faltar. Rafting, kayak, cánopy y paseos en neumático por el río, según Juan Guillermo, son justos para los amantes de la adrenalina.

Juan Guillermo, parece encarnar a Álvaro, cuando habla de la iniciativa de promocionar lo privado y tratar de conseguir con el ecoturismo, recursos para sostener el lugar, y “Cheibol” parece tomar la voz del biólogo cuando habla de la emoción que da meterse en un lugar oscuro, lleno de rocas y salir a la luz para encontrarse con un río casi cristalino y un paisaje que según Álvaro Cogollo “a nivel turístico no más mirándolo, vale la pena, invitando a la diversión, admiración y descanso”

“El turismo de selva hay que fomentarlo, en relación con el turismo de playa tipo Santa Marta o San Andrés, porque el de acá, el turismo de selva es el mayor potencial que tenemos en Colombia”, opina Cogollo y agrega datos curiosos como que la reserva es una zona kárstica*, que el río tiene por nombre Río Claro, haciendo honor a sus aguas casi cristalinas y limpias, el mármol que allí se presenta es de diferentes edades, formas y colores, y las cavernas son magníficas formaciones de hace miles y miles de años, desde cuando los continentes aun estaban unidos.

Sin embargo, sostiene que es importante crear en los antioqueños una cultura turística, dado que el lugar es más visitado por los bogotanos y también por personas de otros países, norteamericanos y europeos, son los más comunes.

Al caer la tarde y con un aire pesado, por la humedad que destila la selva, “Cheibol”, luego de un clavado extremo en El Mirador de la reserva y sobre su neumático baja por el río, hasta llegar al árbol, donde acostumbra tirarse con un Tarzanazo, que lo sumerge y vuelve a sacarlo a la superficie de la otra orilla, indicándole que es tiempo de volver a casa y que la reserva cierra para él sus puertas por hoy.

*Zona Kárstica: forma de relieve originado por la desintegración y descomposición química de determinadas rocas compuestas por minerales solubles en agua.

*El Tarzanazo: salto al agua, luego de sostener un bejuco que cuelga de un árbol.

*El mirador: plataforma para saltos al río, de 15 metros de altura.

*Guácharos: aves nocturnas presentes en cavernas en Venezuela y Colombia, en especial en Huila, Caldas y Antioquia.

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